Josseline Pinto




SOMOS AUNQUE NOS OLVIDEN

EXPOSICIÓN DE CAMILA FERNÁNDEZ (GT), CHANTAL PEÑALOSA (MX), EDGAR CALEL (GT), EL COLECTIVO (GT), JESSICA KAIRÉ (GT), LUCÍA VON  SPRECHER (AR).

Co-curaduría invitada al proyecto de Eder Castillo y Gabriel Escalante. 

Centro Cultural Tlatelolco, Ciudad de México, México.
PROGRAMA 6. Septiembre 2020

https://somosaunquenosolviden.blogspot.com/








El Colectivo - "Instrucciones para público de show de circo" (2017)



Jessica Kairé - "Before Wearout" (2020)



Camila Fernández - "Filosofía de la tristeza" (2019)



El Colectivo - "Saturación del espacio con líneas imaginarias" (2016)

Projects

















SOMOS AUNQUE NOS OLVIDEN

Vivir en una habitación ¿qué es?
Vivir en un sitio ¿es apropiárselo?
¿Qué es apropiarse de un sitio?
¿A partir de qué momento un sitio es verdaderamente de uno?

-Especies de espacios, George Perec


Ver desde la ventana y empañar el vidrio para escribir un mensaje al aire es igual que bostezar y contagiar a un rostro cercano. Igual a abrir un cuaderno para recordar o dibujar en uno nuevo sueños que se extrañan. Es el mismo gesto de moverse en el espacio para crear líneas imaginarias o aprender nuevos hábitos o palabras. Estos son gestos sencillos, gestos personales, gestos íntimos… gestos para hacerse en cuarentena.

Los gestos retratados por los artistas en esta selección crean un espejo con el espectador desde su ventana, un reflejo de rutinas y acciones que desde casa cobran un nuevo significado cuando son vistas desde afuera. Sin duda la pandemia de la COVID-19 cambió nuestros escenarios cotidianos, convirtiendo a algunos gestos domésticos en una coreografía rutinaria. Para el filósofo Gastón Bachelard, “la casa nos brindará a un tiempo imágenes dispersas y un cuerpo de imágenes”[1], un cuerpo de imágenes que en cuarentena son postales de espera, de encierro, o incluso de absurdo, ocio, juego o distracción.

Pensar en los gestos que se realizan en casa es un ejercicio de autorreflexión. Una evaluación de los nuevos hábitos del cuerpo, las nuevas preguntas de la mente, las nuevas posturas, los nuevos dolores, y los viejos recuerdos de la realidad pasada. Bien dice Bachelard que la casa “es nuestro rincón de mundo”, y ese rincón durante la pandemia se convierte también en los límites de nuestro universo entero. Las restricciones de movilidad obligan a pensar la casa como el único territorio seguro y habitable, el único lugar para movernos. Ya el filósofo anticipaba lo importante que sería la casa diciendo que “la casa alberga el ensueño, la casa protege al soñador, la casa nos permite soñar en paz” y agregamos que es en la casa donde podemos imaginar un presente y un futuro que se sienta tan a gusto de nuevo como este espacio interior.

No es de asumir que la casa es para todos el mismo sitio. Así como menciona la escritora Pamela Whitaker, “el espacio doméstico puede significar muchas cosas para diferentes personas: puede ser acogedor o confinado, relajante o empobrecido, estresante o ambiguo. El espacio doméstico es privado, pero se ubica dentro de un contexto de barrio, aldea, ciudad o rural que le da otro contexto, significado público e identificación”[2]. No hay una casa igual para todos, pero el concepto de casa si es diferente a la de otros espacios. En la casa no hay tránsito, sino pausa. Se está en casa, porque no se está afuera. Pareciera incluso que los espacios del exterior fueran espacios temporales; el trabajo, el parque, la calle. Son lugares que transitamos temporalmente para después volver a casa y detener el tiempo. La casa es nuestro espacio permanente. Y aunque la pandemia cambió nuestra percepción de este espacio de descanso al convertirse en el espacio de existencia único, el cuerpo aun así aprendió a reconocerse y habitarse de nuevo.

Las piezas de los artistas en esta exposición no expresan directamente inquietudes sobre la casa, sino presentan gestos personales que reflejan ensoñaciones y sensaciones que han sentido los cuerpos desde casa en esta temporada. Los videos proyectados en la Torre Tlatelolco usan la estructura como lienzo y pancarta, como espacio de visibilidad para enviar un mensaje al vecindario y a todos los vehículos que por casualidad se encontraron en una de las vías principales de la ciudad en ese momento. La calma y lentitud del ritmo de los videos contrasta con lo ajetreado de la vida que acontece bajo el edificio, pero combina perfectamente con el ritmo estático de aquellos que desde sus casas esperan el fin de la pandemia. Así, los gestos desde la intimidad de los artistas, contrastan con la magnitud de una proyección pública en lo que una vez fue el cuarto edificio más alto de la Ciudad de México. La intimidad se hace pública para volver a entrar a los espacios de todos los espectadores que en vez de transitar un “no-lugar” para encontrarse con estas imágenes, las reciben desde su casa.

SOMOS AUNQUE NOS OLVIDEN

La noche de proyecciones comienza con la pieza Filosofía de la tristeza de la artista Camila Fernández (Guatemala, 1993- ). Un video de sus manos jugando con cuadernos, dibujos, apuntes. Este juego, más que al azar, llama a la coreografía. La coreografía de las manos que se mueven por un poema que llora sobre la mesa. La mesa es el escenario para el gesto de las manos y las páginas, una invitación a la palabra. Edgar Calel (Guatemala, 1987- ), también juega con dibujos frente a la cámara. Sus piezas, Ki Kornflex qatit qa mama’s – El kornflex de las abuelas y abuelos y Ru pan qachoch – Objetos que dan motivos a la vida, son dos series de dibujos sobre nuestra cotidianidad. Los primeros representan pedazos de tortillas con caminos de lugares en pequeños poblados que recuerdan los caminos del lugar de origen del artista. Estas constelaciones de mapas se enredan por la hoja de papel sin llegar a ningún lugar aparente, justo como nuestros caminos hoy. La segunda serie nos muestra en carboncillo objetos cotidianos de espacios domésticos como la cocina. Cada dibujo tiene una palabra que compone un poema visual sobre la existencia, preguntas tan importantes para hacernos hoy. Estos videos reflejan como desde casa hemos aprendido a relacionarnos con cuadernos, memorias, caminos pasados y objetos cotidianos que nos obligan a apropiárnoslos más que nunca.

El video de Chantal Peñalosa (Tecate, 1987- ), Más rápido se contagia el bostezo que el llanto, es la viva representación del tedio, el cansancio y el paso del tiempo. La artista suelta un bostezo que la vuelve a contagiar en una conversación de gestos. Desde las alturas de la Torre Tlatelolco, en la noche y desde casa, este gesto parece contagiar también desde la ventana, extendiendo el video a la vida real. La primera pieza de El Colectivo (José Oquendo y Christopher Torres Ticas), Saturación del espacio con líneas imaginarias, es un juego ficticio. Los artistas vestidos de dos colores diferentes se desplazan por un espacio vacío formando dibujos inmateriales, puntos y líneas invisibles para una pintura imaginaria, basta seguir al ojo para ver la abstracción. Los cuerpos de Peñalosa y de los artistas de El Colectivo se apropian de sus lugares desde gestos corporales que invitan al cuerpo a sentir el espacio y el tiempo, el tiempo que pasa y el tiempo presente, el tiempo que aburre y el tiempo que permite la ensoñación. Para Bachelard, “todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de casa”, así como estos cuerpos desde las alturas, parecieran ser los nuestros acoplándose a una nueva rutina.

Jessica Kairé (Guatemala, 1980- ) muestra también una serie de gestos domésticos. Su pieza, Before Wearout: (Antes del desgaste:), se refiere a la noción del mantenimiento a través de una serie de gestos y acciones de autocuidado en cuarentena. Debido al cierre de fronteras por la pandemia, la artista aprendió nuevos gestos en Japón y estos se comporten por medio de repeticiones para hacer desde casa. Estos imaginarios nos adentran a espacios muy conocidos, espacios domésticos e íntimos donde el tiempo pasa lento y el cuerpo encuentra nuevas formas de moverse, acomodarse, comunicarse y crear. De la misma forma, la artista Lucía von Sprecher (Córdoba, 1991- ), con su pieza Cautiverio / pintura sobre vidrio con vapor de mi boca / cansancio, comparte la misma sensación de cansancio y encierro. En el video se observa su cuerpo en cautiverio por ocho horas dentro de una habitación. En el centro, la artista construye con un vidrio traslúcido una ventana invisible para escribir con su aliento sobre el vidrio. El imperceptible gesto se pierde en la imagen y el tiempo, así como el aliento del espectador desde su ventana durante el encierro. La respiración como metáfora de la existencia y el cuerpo deambulando por el espacio como resultado del cansancio, sin duda representan el tiempo que vivimos.

Finalmente la función termina con un segundo video de El Colectivo. Su pieza Instrucciones para público de show de circo, presenta el telón del circo “Freskolongo” con dos manos que sostienen rótulos que dan instrucciones al público para realizar: “Aplausos”, “Gritos”, “Ruido” y “Concepto”. Con un gran aspecto lúdico, El Colectivo invita al público que observa a participar de la pieza provocando cada sonido en comunidad, rompiendo el aislamiento que cada apartamento condiciona para participar del acto colectivo y finalmente preguntarse sobre este último rótulo y cuál es su significado.

El escritor Mika Hannula en el ensayo The politics of small gestures[3] menciona que “un gran gesto quiere asegurarse de que todos lo vean, lo sientan y lo escuchen. Apuesta por el máximo efecto absoluto con un acto concentrado y orquestado. Quiere ajustar cuentas, hacer un cambio esencial, en el que el pequeño gesto es muy feliz si y mientras sea capaz de hacer una pequeña marca en nuestras formas de comprender y percibirnos en nuestro entorno; quienes somos, dónde estamos, con quién somos y qué tipo de relaciones tenemos con nuestro entorno y también con nosotros mismos”. Así, proyectar sobre la fachada de un edificio tan importante parecería el intento de un gran gesto para salvar la cuarentena, pero en el corazón del proyecto laten por el contrario pequeños gestos. Pequeños gestos que si son vistos podrán encontrar respuesta en una ventana lejana y si son pasados por desapercibidos, algún curioso transeúnte podría toparse con ellos y sentirse identificado. Para quienes hayan encontrado en cada video un reflejo de sí mismos, de sus casas, sus cuerpos, sus rutinas, estos videos fueron un pequeño gesto y un saludo. Un recordar que todos vivimos el encierro, todos aprendimos nuevos hábitos y todos jugamos a imaginar. Hannula dice que “el pequeño gesto sobrevive solo junto a la serie de otros pequeños gestos que lo preceden, y suceden al mismo tiempo, y se materializarán en el futuro”, pequeños gestos como estos videos para reconocer el cuerpo desde adentro y desde afuera en conjunto.

-Josseline Pinto


[1] Bachelard, G. La poética del espacio, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, [2000 (1957)]. Pp. 27-31.

[2] Whitaker, Pamela. Art Based Research: Re-making Domestic Spaces, Agosto 29, 2013. Obtenido de: https://territoriesofarttherapy.wordpress.com

[3] Hannula, Mika. The politics of small gestures. Chances and challenges for contemporary art. Estambul: art-is, 2006.