Josseline Pinto




TEORÍA Y PRÁCTICA

EXPOSICIÓN DE NORMAN MORALES


Centro Cultural Municipal AAI, Mayo 2022.








“Teoría y práctica”, 2018-2022
Conjunto escultórico de objetos intervenidos.
Medidas variables




  “Teoría y práctica”, Mayo 2022




“Autoconstrucción”, 2022
Intervención sobre pared con pintura y madera
Medias Variables



“El espacio entre nosotros”, 2018
Collage sobre papel algodón
23 x 35 cms c/u políptico



“Monumento Transportable/Arquitectura del exilio”, 2017
Madera y polvo de mármol
Medidas Variables




“Plaza”, 2018-2022
Instalación in-situ, concreto y duroport.
300 x 300 cms



“Abrazar el vacío”, 2016-2022
Instalación a escala real en cartón.
Medidas variables



“Arquitectura orgánica”, 2017
Impresión Giclee y papel recortado a mano
60 x 45 cms c/u políptico



“Arquitectura orgánica”, 2017
Impresión Giclee y papel recortado a mano
60 x 45 cms c/u políptico



“Teoría y práctica”, Mayo 2022



“Teoría y práctica”, Mayo 2022



“Teoría y práctica”, Mayo 2022

Projects

















TEORÍA Y PRÁCTICA

Teoría y práctica, prueba, error y experimento son ideas que definen la práctica de un artista en el estudio. En esta exposición, el artista Norman Morales presenta una revisión de los últimos cinco años de su carrera, trasladando la sensación de su estudio a las galerías. Para Daniel Buren en La función del estudio1, “el taller es un lugar de experimentación que sólo el artista-residente puede juzgar, ya que sólo saldrá de su taller aquello que quiera dejar salir”, y así en este caso las obras en la exhibición son no solo lo que el artista decidió sacar, sino el traslado de su estudio mismo como parte de la exhibición. Así encontramos cuatro momentos que dividen la muestra: un primer momento con obra que provoca un diálogo sobre los materiales, un segundo espacio como un diálogo sobre la arquitectura, seguido de una conversación sobre la historia y finalmente un comentario sobre el arte mismo. Abordando así, los cuatro intereses primordiales de su obra: materiales, arquitectura, historia y arte.


La formación de Norman Morales como arquitecto es el punto de partida para su método. Su trabajo lo componen preocupaciones gráficas, conceptuales e históricas que se relacionan con la arquitectura como la estructura que nos sostiene y nos soporta. Una arquitectura simbólica que define identidades e ideologías y que además acompaña la historia del desarrollo de la humanidad. La exposición comienza con la instalación “Abrazar el vacío”, una recreación de la pieza mostrada por primera vez en 2016 en Colombia. Se trata de una serie de andamios de cartón de tan perfecta confección que es fácil sentirse engañado. La fragilidad del material habla también de un absurdo, construyendo andamios que no cumplen su función práctica, pero parecieran la maqueta o el boceto previo de un prototipo. Además, juegan con nosotros haciéndonos pensar que se trata de la indumentaria del montaje que quedó inconcluso, hasta obligarnos a acercarnos y percibir la esencia del material. El cartón como elección es también importante para Morales, recordando las maquetas de arquitectura y ese primer momento de modelado. Hablando del origen de las ideas en el estudio del artista como un boceto, o del paso previo para las grandes construcciones de nuestro mundo. En esta misma sala, otros objetos-esculturas de cartón acompañan los andamios más grandes, reciclando cartones de distintos empaques que son llamativos para el artista por su forma escultórica y que son ya de fábrica un ready-made.


En la siguiente sala, piezas en miniatura sobre un soporte de madera asemejan la colección de objetos del artista en su taller tituladas “Teoría y Práctica”. Un proceso muy íntimo para él, que también consiste en la recolección de objetos “escultóricos” que se le presentan en distintos espacios. Estos objetos luego llegan al estudio y se convierten en parte de una enorme colección algo maniática y obsesiva. Algunos de estos objetos luego se integran a otras esculturas o pinturas del artista, y otras se muestran tal y como son, encontrando su potencialidad de objeto al entrar en contexto con otras construcciones. Estos objetos intervenidos son para Morales también un estudio de las cosas, por lo que él se considera más un editor de la materia que un creador de imágenes.


En la tercera sala, una escultura de grandes dimensiones titulada “Plaza” asemeja justamente el espacio arquitectónico de una plaza central o un parque, un punto de encuentro para las comunidades de un territorio donde se genera cultura. Desde la abstracción de su superficie, esta plaza es un campo simbólico donde se construyen vínculos, pensando en la función que tendría una “arquitectura relacional”, concibiendo la función de la arquitectura para quienes la habitan. Es especialmente poderoso pensar en el papel que la Plaza Central de la Ciudad de Guatemala tiene para la población civil del país. Un punto de encuentro para la protesta, el “acuerpamiento”, la resistencia y el vínculo. ¿Cómo una plancha de cemento puede cargarse de tanto significado cuando es habitado?


Las preocupaciones conceptuales del artista son también una preocupación por el campo simbólico de la arquitectura en nuestras vidas, muchas veces como arquitecturas lúdicas y otras como construcciones complejas o inútiles que también cuestionan la separación entre el edificio y quien lo habita. Por ello, al fondo de la sala principal, “Autoconstrucción” es un dibujo con varillas de madera que recrean un espacio ficticio como una “meta/arquitectura”, concibiendo el espacio como una construcción imaginaria y onírica que crea nuevos sitios inhabitables o imposibles de construir. Esta imagen es también una alusión al mural a gran escala que el artista colocó en el paso a desnivel ubicado en la 42 calle y calzada Atanasio Tzul en la zona 12. Para él, este dibujo es más un “anteproyecto que habla sobre la construcción de un espacio compartido”, pero aún así se trata de un espacio lúdico o inhabitable, donde la arquitectura es más una escultura, un ícono del juego y el absurdo, pensando en construcciones que no tienen una función.


Siguiendo la lógica del estudio del artista, esta sala recopila también dos series que hablan de los orígenes de la formación artística de Morales y que unen la arquitectura con el arte. En “Arquitectura Orgánica”, el artista replica las fachadas de los museos de arte contemporáneo más importantes del mundo con recortes de un libro de anatomía. De nuevo, hay una insistencia del artista por pensar en los sujetos que ocupan los espacios arquitectónicos, específicamente preguntándose para quién están construídos y con qué intención. Refiriéndose también al propio desarrollo de su carrera como artista, “El espacio entre nosotros” es una serie hermana de la anterior. En esta, Morales recrea las siluetas de sus piezas favoritas del arte contemporáneo dentro de los museos. Las piezas además son tan importantes para la historia del arte que la silueta basta para saber de cuál se trata. Como una especie de homenaje y cuestionamiento, el artista se apropia de estos hitos del arte contemporáneo para cuestionarse sus propias influencias y orígenes, y en contraposición a la serie anterior, nos pregunta también sobre los espectadores de estas obras. ¿Para quién están hechas?


Bajo la misma pregunta, Morales también cuestiona la historia y uno de los dibujos de “Autoconstrucción” asemeja el pedestal de un monumento, sin el héroe. Un momento vacío que cuestiona para quién están hechos los monumentos. Así también, Monumento transportable es la escultura de una maleta llena de polvo de mármol, haciendo alusión a un posible busto o estatua demolida, cuestionando de nuevo al monumento como una arquitectura hecha sin pensar en el pueblo, en sus espectadores.


Finalmente, la última sala está dedicada a la producción en pintura del artista. Una pintura que tampoco se distancia de su formación y que propone un espacio de juego con toda la materia anterior y los instrumentos formales de la arquitectura.


Hasta el momento, la revisión de la obra de Morales nos ha permitido entender su relación crítica con la arquitectura, cuestionando su función, su historia y también su uso. Una arquitectura sin usuarios es solo una estructura de materiales. Recordando también el “Manifiesto de la Arquitectura Emocional” de Mathias Goeritz, donde la arquitectura con una fuerte conexión con el arte exige pensar en un espectador-habitante que se relaciona con los espacios a partir de emociones-sensaciones, como dice “Sólo recibiendo de la arquitectura emociones verdaderas, el hombre puede volver a considerarla como un arte”2.


  1. Daniel Buren, “La función del taller”, 1970-1971. Traducción de Claudia Itzkowich.
  2. Mathias Goeritz, “Manifiesto de la Arquitectura Emocional”, 1953. Museo Experimental El Eco.